"De la furia de los Normandos, ¡libéranos Señor!"

Así se lamentaban los monjes en latino, cuando aparecían las proas de los drakkars a la vuelta del Sena. Los vikingos, eso hombres del norte, esos Normandos, saquearon la abadía de Jumièges en el año 841. El asalto no bastó para llevar todas las riquezas de ese opulento monasterio, que, según la leyenda, contaba con 900 monjes, entonces volvieron otra vez uno años más tarde.

¿A la tercera va la vencida? En lugar de poner a prueba el refrán, los monjes se fueron entonces corriendo y abandonaron durante 50 años esa abadía carolingia fundada en 654 por San Filiberto.

La furia de eso hombres del Norte, es la de todos los conquistadores sediento de oro y de sangre, corriendo espada en mano hacia El Dorado. Porque con su agricultura floreciente, su comercio, sus vías de navegación, sus abadías repletas de oro y de piedras preciosas y sus monjes temerosos, eso era la abadía de Jumièges y el valle del Sena durante la Edad Media: un El Dorado.

De esa furia normanda que aterrorizaba a los religiosos, no queda nada: llegando de Rouen en coche, solo vimos placidez y tranquilos huertos llenos de manzanas, de peras, de cerezas. De hecho, ese paso rápido me convenció: volveremos para visitar la Ruta de las frutas este verano. ¿Y porque no en bicicleta?
Mientras tanto es una visita del patrimonio que hemos elegido, porque nos han hablado de una visita guiada y en realidad aumentada...

- El primer monasterio, fundado durante la época carolingia, fue quemado por los Vikingos, empieza el guía. Los edificios que ven aquí son, para la mayoría, del siglo XI. Y cuando fue consagrada la iglesia abacial de Nuestra Señora de Jumièges, fue en presencia de toda la nobleza normanda y del duque de Normandía Guillermo el Conquistador. Ahora bien, la nobleza normanda y los duques de Normandía también descienden de los Vikingos. ¡Son los Vikingos que quemaron y saquearon Jumièges, son los normandos que la restablecen!

Julie, que está escuchando distraídamente, frunce el ceño: ¡que gente más rara eso Vikingos, que destruyen las iglesias para volver a construirlas unos años después!
Pero solo tiene ojos para la tableta que tiene el guía. La vigila, dando vueltas alrededor, como un gato esperando su comida. De hecho, es con ese argumento que "vendí" la visita a mi hija. ¡Solo tuve que pronunciar las palabras mágicas: realidad aumentada, 3D, tableta táctil!
Y sin duda sabía ella mejor que yo lo que significa eso... Entonces la arquitectura, las abadías y lo Vikingos, vale, quizás sea divertido, pero ¿cuándo se puede jugar con la tableta?

- Pues hace más de mil años que ese suelo donde caminamos esta pisado por los monjes, sigue el guía. Nuestra abadía destruida...
¿Nuestra abadía? Clara y yo intercambiamos una pequeña sonrisa: nunca he oído hablar un guía de un monumento con ese tono.
Pero al escucharle tan elocuente, tan apasionado y posesivo, entiendo de repente la costumbre de nombrar a las iglesias. Nuestra-Señora: constructores de catedrales, parroquianos y nuestra guía, es el mismo reflejo, el mismo sentimiento de orgullo celoso y enamorado para la obra. Nuestra catedral, nuestra iglesia, nuestra abadía de Jumièges.

De hecho, mirándolo bien, ¡tiene algo monástico nuestro guía!
En su austeridad que solo se ilumina cuando habla de su abadía, en la pasión casi de idolatría que dedica a esas viejas piedras, en su manera de poner, día tras día, sus pasos en los de los monjes que recorrieron durante nueve mil años la nave, la iglesia, el claustro y el scriptorium. Ya que los monjes organizaban sus días según las siete oraciones cotidianas, adivino que el ritma la suya con las visitas, predicando las maravillas arquitecturales de su abadía, que merece todos los superlativos: es la más grande, la más rica y, por supuesto, la más bonita. Es apenas si concede unos metros de superioridad – casi nada – a Amiens...

Después de haber recordado la fundación de la abadía y sus infortunios, detalla las diferentes influencias arquitecturales y por fin, lo que me alivio, despliega la tableta. Ya era hora: Julie estaba a punto de tirarle de la manga para preguntarle si aún faltaba mucho antes de que quisiera utilizarla... Mientras la levanta, como se levantaría una custodia, nos agrupamos alrededor de suyo. Y una realidad diferente aparece, como un mundo surgido del pasado.

Delante nuestra, esas ruinas ya espectaculares se transforman en una construcción majestuosa, una antigua basílica.
En directo, siguiendo los movimientos del guía, se revela el genio arquitectural del ducado normando, entonces enla cima de su potencia: torres de 46 metros de altura, muros de 25 metros.
La imagen 3D de superpone en tiempo real sobre la realidad, como un sueño despierto. Nuestros ojos van y vienen, de la pantalla al paisaje, para distinguir lo que es real de lo que esta creado por ordenador...

Esa apuesta tecnológica es coherente: lo que aprendemos con esa visita, es que Jumièges siempre ha estado a la punta de la técnica. Es lo que explica la mezcla de los estilos arquitecturales, sin duda la principal característica del lugar. A las fundaciones primitivas carolingias, se añadieron, a lo largo del tiempo, detalles de estilo románico, gótico y clásico. La iglesia resume esta constante updatin: dejamos entrar la luz en el coro románico gracias a grandes aperturas permitidas por las técnicas góticas de sustentación. También se vuelven a hacer las ojivas. Una de ella, románica, esta incluso hábilmente maquillada por una crucería. ¡Solo para quedar moderno! Porque ese cambio, para la sustentación, no sirve absolutamente para nada.
El conjunto conventual queda asi mejorado sin derribar los antiguos elementos. Los muros, por ejemplo, son de estilo gótico, pero la fachada, es una mezcla románica y gótica.

Clara apoya su mano sobre el hombro de Julie, interrumpiendo su fascinación para las imágenes 3D.
- ¿Has visto?
-¿Qué?
- Allí, arriba de la columna, a la izquierda, ¡mira! ¿No te recuerda nada?
Clara apunta a un pequeño fresco: una figura humana que parece estar escupiendo una hoja de árbol.
-Oh, exclama Julie !un muñeco vomitando! ¡Igual que en Varengeville-sur-mer!

La tableta también maravilla en el claustro, del cual en realidad, no queda gran cosa: durante la Revolución, la abadía fue vendida y destruida para vender las piedras. Van hasta explotar lo que resiste, de lo sólido que es el edificio. Un banquero compra la abadía en 1852 y la guarda en su estado. Creando un jardín ingles alrededor de la abadía, hará de ella la ruina más bonita de Francia.

"De la furia de los Normandos, ¡Libéranos Señor!"
Saliendo de la abadía, con esas gigantes torres blancas que se alzan en medio de los huertos, con esos prados y esos acantilados acariciados por los meandros del Sena, entiendo que al final las oraciones de los monjes hayan sido satisfechas: si, Normandia definitivamente libero los Normandos de su propia furia.

El valle del Sena amansa a las fieras, es una lenta conversión, a lo largo del agua, a la suavidad y a la mansedumbre: en lugar de matar a todo el mundo, guardamos su hacha y su arco, su espada y su escudo. Y, por fin tranquilizados, plantamos frutas a la sombra de las abadías. Uno se hace monje para meditar sobre la belleza del mundo, otro campesino para cultivarlo, o guía para hablar de él...